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CLICK: PERDIENDO EL CONTROL
(Click)

Estados Unidos, 2006


Dirigida por Frank Coraci, con Adam Sandler, Kate Beckinsale, Christopher Walken, Henry Winkler, David Hasselhoff.



Algo malo está pasando en el universo Adam Sandler. Algo realmente muy malo. Como si fuera la primera vez marcó la cima de lo que parecían ser sus posibilidades: un film que, sin desechar ninguno de los elementos típicos de su cine, lograba trascender por los niveles de lectura que permitía. Uno esperaba entonces no sólo el crecimiento del actor (soy de los que defienden la idea de un Sandler autor y de los que disfrutan de la Nueva Comedia Americana, como la han bautizado en la revista “El Amante”) sino también la maduración bien entendida de su propuesta. Sin embargo luego vinieron Espanglish, Golpe bajo y ahora Click. Y la curva no sólo es descendente, es preocupante.

Se podría argumentar en favor del actor que Espanglish es más un producto James L. Brooks que suyo, y que los problemas en Golpe bajo eran la poca efectividad de sus chistes sumado a lo inconveniente de necesitar forzosamente malos malísimos (recordemos que es una remake de un film de 1974 de Robert Aldrich) en contraposición al malo caricaturizado y patético típicamente sandleriano. Pero Click es una producción de Happy Madison, está dirigida por un compinche como Frank Coraci, recurre a hits musicales –principalmente de los ‘80– como reservorio sonoro-emocional del espectador, tiene un personaje principal con los típicos ataques de ira (y es el amor lo que lo moviliza). ¿Qué salió mal entonces?

De todos los elementos que no están, el que más se hace extrañar es el del Sandler-niño. Ese que nunca comprende lo que le pasa ni lo que pasa a su alrededor, y sólo atina a defenderse rompiendo todo (tan bien aprovechado por Paul Thomas Anderson en esa gema que es Embriagado de amor).

El Sandler de Click es, por el contrario, el arquitecto Michael Newman, casado con hijos y sumamente preocupado por sus obligaciones laborales. Tipo con pocas pulgas al que un día, cansado de no poder encender el televisor ante la acumulación de controles, se le ocurre comprar un control remoto universal, que de tan mágico (y tan literal) no sólo maneja la TV, sino que además le controla la vida. La sutileza nunca estuvo presente en las anteriores comedias de este actor, así que no nos vamos a andar espantando por este punto de partida argumental.

La película de Coraci está explícitamente dividida en dos (los guionistas son los de Todopoderoso, así que la trampa era de esperar), y se sabe que a una primera parte en la que el personaje central, hereje y hedonista, disfruta de sus “poderes”... le espera una segunda sección dominada por una serie de lecciones de vida sobre lo que se debe y no se debe hacer, para llegar a la redención tan temida.... ¡cosa que uno no espera en un film de Adam Sandler! Si en algo es coherente Click es en que su parte graciosa resulta tan grosera y burda como su vertiente seria y sermoneante.

Algo que cabía recriminar a las películas de Sandler eran sus finales edificantes, aunque en cierta forma respetaban la moral que se proponía y no quebraban la lógica interna (además de estar siempre aligerados por el humor). El problema en Click es que más que una moral, lo que sostiene es una inmoralidad. A saber: hay chistes innecesarios sobre árabes y asiáticos; las mujeres son o histéricas o lesbianas o inexistentes (como Kate Beckinsale) y hay que obviarlas o callarlas o mirarles las tetas en cámara lenta; ningún secundario, más allá del egoísta personaje principal, merece una cuota de humanidad (el colmo de esto es el personaje de Sean Astin). La dulzura, la ingenuidad, la comprensión y la furia contenida habituales fueron reemplazadas por un padre amargo, por un ser humano sin la mínima cuota de honestidad. Se podrá decir que lo que la película busca precisamente es combatir eso, pero el punto de vista que adopta nunca deja de ser el de Newman. Y no se trata de una mirada incómoda, sino de una que parece disfrutar, o invitarnos a disfrutar, de sus odiosas reacciones.

Se ha dicho muchas veces que los comediantes norteamericanos necesitan en cierto momento de sus carreras torcer el rumbo para generar aceptación de determinados sectores. Ha pasado con Robin Williams, Tom Hanks, Jim Carrey y parece estar sucediéndole a Sandler. El inconveniente aquí, y lo que resulta indignante, es que precisamente Sandler, más que los otros, representaba cabalmente todo lo que no se debía ser –o hacer– para ser aceptado. Y parecía no importarle. Para peor, opera este cambio dentro de los moldes de su cine y no filmando algún drama de esos sobre enfermedades mortales para ganarse un Oscar. El niño que antes destrozaba el mundo a piñas ahora es un hombre con obligaciones que destroza su propio universo fílmico. Mientras tanto Will Ferrell, Steve Carell o Vince Vaughn van afirmándose en el terreno de la comedia, aprovechando lo que Sandler desperdicia. Habrá que esperar sus próximos proyectos para saber si ha perdido el rumbo o no. Pero saber que en breve se lo verá en un drama sobre los ecos del 11 de septiembre hace pensar en un camino sin retorno. Ojalá nos equivoquemos...

Mauricio Faliero      


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