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AQUI EN LA TIERRA
(Here On Earth)

Estados Unidos, 2000


Dirigida por Mark Piznarski, con
Chris Klein, Leelee Sobieski, Josh Hartnett, Bruce Greenwood, Anette O’Toole, Annie Corley, Stuart Wilson, Michael Rooker.



Kelley Morse (Chris Klein) es todo un hijo de papá: excelente alumno de un colegio para la clase alta, atlético, sano, alegre. Con motivo de su graduación, papá le regala un auto deportivo, con el que Kelley fuga por las noches con sus amigos, en plan de juerga. Como en el Gran Buenos Aires –donde al lado de elegantes countries proliferan las villas miseria–, cerca del colegio amurallado hay un pueblito de indigentes. Y cuando el protagonista y compañía entran en un bar, los ojos de Kelley se cruzan con una mirada mucho más amistosa que todas las demás: la de la mesera Samantha (Leelee Sobieski). A su novio Jasper (Josh Hartnett) esto no le cae nada bien, y se enfrascan en una disputa que acaba con el bar incendiado. Kelley y Jasper son condenados a reconstruir el local, mientras la familia del segundo hospeda al niño millonario. Y cuando este vuelve a cruzarse con Samantha nace un amor shakespeareano, con los padres y el entorno de cada cual oponiéndose a la relación.

Hasta este punto llegaría cualquier film del género, sólo que aquí recién ha transcurrido media hora de proyección. Para lo que resta, el director nos tiene preparadas varias sorpresas: suicidios, enfermedades terminales, dolores inenarrables... que no corrompen la belleza impoluta y publicitaria de las locaciones de Minnesotta, ni a los cuerpos esculturales de los protagonistas. Asistimos al cine a ver historias muchas veces terribles, pero no pagamos para sufrir, ¿o sí? Los agujeros más profundos del argumento (que está tan cerca de la realidad como una obra conceptual de vanguardia) remiten a las películas pornográficas, en las que la trama es apenas un pretexto para otros asuntos que tienen muy poco que ver con ella. Para Samantha, el bosque al que corre a encontrarse cada tarde con su enamorado es "una parte del cielo, aquí en la Tierra". Otras sedes celestiales son el bar, adonde las parejas dejan grabados sus nombres sobre las paredes de madera, y la mansión de Kelley durante un fin de semana en el que papá salió en viaje de negocios. Lástima que muy pocas veces el film logra hacernos sentir parte de ese mundo. Todas las otras nos convierte en víctimas de una especie de pornografía emocional.

Máximo Eseverri