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LAS ALAS DE LA PALOMA
(The Wings Of The Dove)

Estados Unidos-Gran Bretaña, 1997


Dirigida por Iain Softley, con Helena Bohham Carter, Linus Roache, Alison Elliot, Elizabeth McGovern, Charlotte Rampling.



Las alas de la paloma es una enésima transcripción de la prosa de Sir Henry James, un escritor del siglo XIX que fue visitado por una veintena de películas en el siglo XX. La que nos ocupa fue dirigida por Iain Softley y está centrada en Kate Croy (Helena Bonham Carter), una chica de la clase alta inglesa que se enamora de un periodista plebeyo y con supuestos ideales progresistas (algo sugerido a medias por una breve discusión con sus colegas al comenzar el film). El problema es que Kate es mantenida por su tía Maude (Charlotte Rampling), quien jamás entregaría su sobrina a un candidato como Merton Densher. Y si Kate no lo olvida la amenaza con cortarle los víveres... y esto incluye dejar sin sustento a su papá, un borracho agónico interpretado por Michael Gambon. La acción transcurre en 1910 – la novela ocurría 8 años antes– y la "reconstrucción de época" (todo un rubro, como se verá) se pasa un poquito de rosca, con una superpoblación de tílburis, carros, carretas, automóviles pintorescos y trabajadores leyendo diarios de la época como fondo de la acción en cada toma callejera.

Por allí aparece Millie, definida como "la huérfana más rica del planeta". La muchacha viene de Estados Unidos, padece una misteriosa enfermedad terminal y busca coronar sus días paseando por Venecia de la mano de un europeo. Kate percibe que los ojitos de la visitante se posan afanosamente en los de Merton, y se empeña en que éste la seduzca y la despose. Muerta Millie, ambos dispondrán de su fortuna para emanciparse de la tía odiosa. La cuestión es que Iain Softley (Backbeat) nunca acierta con la dirección de actores. De Bonham Carter obtiene una adolescente frígida y altanera, rasgos que conspiran contra la credibilidad de su enamoramiento. Pero su enamoramiento es nada menos que la gran palanca para mover la trama. En tanto, a Linus Roache le encomendó hacer de Merton un tonto de capirote (aquí asoma, aunque sin alas, la paloma). Cuesta digerir que sea el último en enterarse de los planes de su novia. ¿Y cómo tomar su propuesta de demoler la celebérrima Piazza San Marco –icono veneciano si los hay–... para erigir en su lugar viviendas para los pobres?

También fue decisión de Softley aligerar los diálogos de la novela para dejar los sentimientos más a merced de los rostros y los gestos. Saludable en un principio, esta política acaba desnudando y subrayando las mentadas fallas de interpretación. Lo que queda es una historia de amor fría, una pieza de realismo decididamente empalagosa, inverosímil.

Guillermo Ravaschino