Jeff Bridges es el profesor Michael Faraday, una
especie de Rambo intelectual. Siente que su país es grande, muy grande, pero que no logra
ponerse a la altura de ciertas batallas que corresponde librar, y ganar. Es un Rambo
progresista. No se enfrenta al comunismo ni al Viet Cong sino
al terrorismo ponebombas de derechas. Faraday es viudo (de una agente del FBI que
"cayó en defensa de la patria") y bastante paranoico. Ni les cuento cómo se pone cuando Oliver Lang (Tim Robbins) y su
familia se mudan justo al lado de su casa. Oliver tiene algo que es puro, casto, virginal.
Como Ned Flanders, el de Los Simpson. Faraday está convencido de que, fuera de Los Simpson, un tipo así
sólo puede ser un ponebombas encubierto. Pero fíjese: nadie le quiere creer.
A instancias del rol, Bridges vuelve a
incurrir en aquello que lo tienta como un dulce: la sobreactuación (y eso que viene de El
gran Lebowski, en la que se portó fenómeno). Robbins no sólo está muy bien, sino
que aporta cohesión a varios fragmentos que hubieran dado para la risa.
"Ideología" al margen, el final rompe con ciertas fórmulas hollywoodianas en
favor de otras (hay aquí algo de I... como Icaro) mucho más nobles y
contundentes.
Guillermo Ravaschino |