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BIENVENIDO MR. MARSHALL
España, 1953

Dirigida por Luis García Berlanga, con José Isbert, Manolo Morán, Lolita Sevilla.




Este clásico entre los clásicos del gran Luis García Berlanga le hace honor a aquello de pinta tu aldea y te harás universal. "Erase una vez un pueblo español, un pueblecito cualquiera..." se oye al principio de un relator cuyo tono ligero comulga con la ternura y la levedad que atraviesan a Bienvenido Mr. Marshall. Claro que la ligereza, en Berlanga, no tiene nada que ver con la superficialidad, y he aquí la primera clave de su maestría: la capacidad asombrosa, genial, de cursar apuntes de lo más filosos a partir de personajes y situaciones de lo más ingenuos. Talento que en este caso le vino de perillas, ya que Bienvenido... fue rodada –y estrenada– a comienzos de los '50, en pleno franquismo.

Naturalmente, ese pueblito cualquiera es absolutamente pintoresco, españolísimo, local. Las que no podrían ser más universales, en tiempo como en espacio, son las ilusiones y expectativas de las entrañables almas que lo habitan. Poco tiempo atrás terminó la Segunda Guerra, y a las privaciones sempiternas de la España profunda aquí se suman las miserias que la conflagración mundial sembró por Europa. Pero el rumor del Plan Marshall, la panacea político-económica con que los yanquis pretendieron que curarían la malaria del Viejo Continente, llegó a oídos de los lugareños. Es más: una comitiva americana está por llegar al pueblito en cualquier momento. Y se la espera con fervor. Tanto fervor que hasta ansían encontrar al mismísimo Mr. Marshall entre los miembros del contingente.

Pero la comitiva se demora. Y pueblo y pueblerinos disponen del tiempo suficiente como para ponerse de punta en blanco a la altura de tan ilustres visitantes. La tardanza también da tiempo para que cada uno confeccione una lista con las cosas que precisa para satisfacer sus necesidades. Las necesidades, que son muchas, se mezclan con los deseos, que no son pocos, en esas listas. Algunas son largas. Casi todas son graciosas, tiernísimas y algo penosas. Bien alla Berlanga. El alcalde, el peón, el cura, todos tienen su listita. De todo piden. Y con toda la ilusión del mundo, están convencidos de que Mr. Marshall proveerá.

¿Proveerá?

Guillermo Ravaschino